La Trilogía de Bartimeo
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La Trilogía de Bartimeo
Para todos aquellos inconformistas que no les gusta Harry Potter... y para los que les gusta, también. Estos tres libros parten de una idea (bastante más realista) de la usada por Rowling. Los hechiceros, en vez de vivir marginados en su propio mundo mágico de felicidad y alegría; usan y abusan de su poder, siendo ellos los gobernantes de los países (para que nos entendamos, Zapatero sería presidente porque es un hechicero... aunque habría que verlo) Además, en lugar de exponerse ellos directamente a los peligros de la magia, invocan demonios (genios, trasgos, marids... hay muchos tipos) a los que envían a hacer el trabajo sucio.
Bueno, al lío. El primer libro (el Amuleto de Samarkanda) nos introduce en la historia de Nathaniel; vendido por su familia a un mago, que lo toma como aprendiz. Nathaniel va siendo instruido en el difícil arte de la invocación por su mediocre maestro y una serie de profesores. Un día, es puesto en ridículo por Lovelance; un importante hechicero. Desde ese día, Nathaniel busca el modo de vengarse; hasta que, a los 12 años, invoca al demonio Bartimeo y le encomienda robar el Amuleto de Samarkanda, en manos del ya mencionado Lovelance. Sin saberlo, Natahaniel y Bartimeo se ven involucrados en una conspiración que pretende asesinar al primer ministro.
En el segundo libro, el Ojo del Golem, han pasado dos años desde la conspiración de Lovelace, y Nathaniel ya ocupa un importante puesto en el Gobierno. Una criatura está aterrorizando Londres, y Nathaniel invoca a Bartimeo y le ordena averiguar qué es. Cuando Bartimeo regresa, medio muerto, le explica que es un Golem. Entonces los dos viajan a Praga, lugar de origen de estas criaturas, para obtener información acerca de éste.
Paralelamente se narra la historia de la Resistencia, una organización en contra del Gobierno de los hechiceros. Después de cometer algunos "atentados", deciden profanar la tumba de Gladstone, conquistador de Europa y fundador del Imperio Británico. Lo logran, pero en la tumba espera el efrit Honorio, encerrado en los huesos de Gladstone. Les da muerte a todos, salvo a Nick Drew, un cobarde que huye en cuanto huele el peligro sin ayudar a nadie, y del que no se sabe más, a Kitty Jones, protagonista de esta parte de la historia y a Clem Hopkins, miembro de la Resistencia, pero que no participa en la profanación. Kitty logra escapar con el bastón de Gladstone, encargo de un misterioso benefactor que les proporciona algunas armas para profanar la tumba, pero ella ignora el poder que este instrumento posee. El efrit Honorio sale de la Abadía de Westminster, donde se encuentra la tumba, y siembra el caos en Londres.
Nathaniel y Bartimeo regresan de Praga y se encuentran con éste panorama, de modo que se ven obligados a descubrir quién maneja al golem y a detener a Honorio, en una carrera contra-reloj; además de acabar con la Resistencia.
El último libro (la Puerta de Ptolomeo) narra, como ya es costumbre, otro intento de revolución; ésta vez más oscura y "endemoniada"
Los tres libros se caracterizan por la separación de los capítulos, algunos narrados por Nathaniel; en tercera persona, con un lenguaje pulcro, creando con el tiempo un personaje algo repelente; y otros por Bartimeo, que lleva 5.000 años al servicio de los humanos, le da igual todo, hace chistes malos, etc. Además, Bartimeo explica algunas cosas acerca del mundo mágico (o de su vida privada), de modo que de vez en cuando aparecen llamadas de atención al lector, con explicaciones a pie de página.
A continuación os dejo la primera parte del primer libro (también la podeis encontrar aquí)
- Spoiler:
- Bartimeo
1
La temperatura de la habitación descendió en picado. El hielo cuajó en las cortinas y formó una gruesa capa de escarcha sobre las luces del techo. El brillo de los filamentos de las bombillas disminuyó y se fue apagando al tiempo que las mechas de las velas, que brotaban de todas partes como una colonia de hongos, se consumían. La ensombrecida habitación se llenó de una sofocante nube amarilla de azufre dentro de la cual unas sombras negras y difuminadas se contorsionaban y se retorcían. De algún lugar remoto llegó el sonido de muchas voces gritando. De súbito, algo ejerció presión contra la puerta que conducía al descansillo. Se abombó hacia dentro y las vigas crujieron. Unas pisadas de pies invisibles resonaron sobre las tablas del suelo y unos labios también ocultos susurraron palabras siniestras desde detrás de la cama y debajo del escritorio.
La nube de sulfuro, concentrada en una densa columna de humo, vomitó finos jirones que lamieron el aire como lenguas antes de retirarse. La columna quedó suspendida sobre la estrella de cinco puntas, borboteando hacia el techo como la nube de un volcán en erupción. Se produjo una pausa apenas perceptible. Y entonces, dos ojos amarillos y brillantes se materializaron en el corazón de la nube de humo.
Eh, era su primera vez. Quería asustarlo.
Aunque yo también me asusté. El niño moreno estaba dentro de su propia estrella de cinco puntas, más pequeña y adornada con runas diferentes, a un metro de la grande. Estaba más blanco que un cadáver y temblaba como una hoja agitada por un viento huracanado. La mandíbula temblorosa hacía que le castañetearan los dientes. Perlas de sudor le goteaban de la frente y al caer se convertían en hielo. Al estrellarse contra el suelo tintineaban como si se tratara de granizo.
Todo esto está muy bien, pero ¿y qué? Es decir, que como mucho tendría unos doce años. Ojos grandes, mejillas hundidas. No es que uno pueda vanagloriarse de darle un susto de muerte a un crío escuchimizado1. De modo que permanecí en suspensión y me quedé quieto con la esperanza de que no le llevara mucho tiempo llegar al conjuro de partida. Para pasar el rato hice que unas llamas azules danzaran por las líneas interiores de la estrella de cinco puntas, como si buscaran una manera de salir y atraparlo. Efectos especiales, claro. Ya las había comprobado antes y el sello estaba bastante bien conseguido. Por desgracia, ningún error ortográfico. Por fin pareció que el mocoso encontraba el coraje para hablar. Lo supuse por el temblor de los labios, que no parecía provocado sólo por el miedo. Dejé que el fuego azul se extinguiera y que lo reemplazara un olor apestoso.
El niño habló con voz de pito.
-Te ordeno... que... que... -¡Vamos, dilo de una vez!- me reveles tu nombre.
Por lo general, así es como empiezan los jóvenes. Palabrería sin sentido. Él sabía y yo sabía que él ya sabía mi nombre, porque si no ¿cómo habría podido invocarme? Se necesitan las palabras correctas, los pasos correctos y, sobre todo, el nombre correcto. Es decir, no es como cuando haces señas a un taxi; no acude cualquiera cuando lo llamas.
Escogí una voz sonora, grave y dulzona, el tipo de voz que resuena en todas partes y en ninguna y que pone de punta los pelillos de las nucas novatas.
[size=85]1. No todo el mundo coincide conmigo en este punto. Hay quien lo considera un pasatiempo muy agradable. Perfeccionan innumerables maneras de atormentar a sus invocadores por medio de apariciones sutilmente espantosas. Por lo general, lo máximo que puedes esperar es que después tengan pesadillas; sin embargo, de vez en cuando estas estratagemas obtienen tanto éxito que los aprendices se dejan arrastrar por el pánico y salen del círculo protector. Entonces sí que la cosa se pone interesante... para nosotros. Aunque te la juegas. A menudo están muy bien entrenados. Luego crecen y se vengan. [/size]
-BARTIMEO.
Me percaté de que al chaval le costó tragar saliva cuando oyó la palabra. Bien, entonces es que no era tonto del todo, sabía quién era yo y qué era. Mi reputación me precedía. Tras tomarse un momento para tragar alguna flema acumulada volvió a hablar:
-Te... te ordeno que respondas de nuevo. ¿Eres el Ba... Bartimeo que antaño invocaron los hechiceros para reparar las murallas de Praga?
Qué ganas de hacerme perder el tiempo que tenía aquel crío. ¿Qué otro iba a ser si no? Subí un poco el volumen en aquella respuesta. La escarcha de las bombillas se resquebrajó como el azúcar a punto de caramelo. Detrás de las sucias cortinas, el vidrio de la ventana retembló y vibró. El niño se balanceó hacia atrás sobre los talones.
-¡Soy Bartimeo! ¡Soy Sakhr al-Yinni, N'gorso el Poderoso y la Serpiente de las Plumas de Plata! He reconstruido los muros de Uruk, Karnak y Praga. He hablado con Salomón. He galopado junto a los antiguos búfalos de las praderas. He velado por el Gran Zimbabwe hasta que sus piedras se derrumbaron y los chacales se alimentaron de sus gentes. ¡Soy Bartimeo! No reconozco amo alguno. Así que ahora te ordeno yo, niño, ¿quién eres tú para invocarme?
Impresionante, ¿eh? Todo todito es cierto, lo que le da más poderío. Y no lo estaba haciendo sólo para parecer importante. Esperaba que aquellas bravatas intimidaran al crío y que así me revelara su nombre, lo que a su vez me proporcionaría algo con lo que contraatacar cuando me diera la espalda1. Pero no hubo suerte.
-¡Por las imposiciones del círculo, las puntas de la estrella y la cadena de runas, soy tu amo! ¡Te someterás a mis deseos! Oír aquella vieja cantinela de un mocoso enclenque tenía algo de particularmente odioso y, encima, con aquella voz tan chillona. Me mordí la lengua para contener la tentación de decirle cuatro cosas y entoné la respuesta habitual. Lo que fuese para acabar con aquello cuanto antes.
[size=85]1. Claro que, mientras él permaneciera dentro del círculo, yo no podía hacer nada, pero luego podría descubrir quién era, buscar alguna debilidad de carácter, cosas de su pasado que pudiera explotar... Todos las tienen. Todos las tenéis, mejor dicho.[/size]
-¿Qué deseas?
Admito que estaba sorprendido. La mayoría de los aprendices de hechicero primero miran y luego preguntan. Se quedan embobados sopesando su poder potencial, pero siempre están demasiado nerviosos como para ponerlo a prueba. Y además, tampoco es frecuente toparse con jovencitos como aquel mequetrefe invocando a seres como yo.
El crío se aclaró la garganta. Había llegado el momento. Seguro que había soñado con aquello durante años en vez de tumbarse en la cama a pensar en coches de carreras o en chicas. Esperé solemnemente la patética petición. ¿Qué sería? Que hiciese levitar un objeto era bastante habitual, o que lo trasladara de un lugar a otro de la habitación. Tal vez querría que conjurara una ilusión. Eso sería divertido, tarde o temprano hallaría el modo de malinterpretar su petición y darle un disgusto1.
-Te ordeno que te hagas con el amuleto de Samarkanda, que está en la casa de Simon Lovelace, y que me lo traigas cuando te invoque mañana al alba.
-Que ¿qué?
-Te ordeno que te hagas...
-Sí, ya te he oído.
No fue mi intención parecer petulante. Ahí patiné, y un poco también mi voz de ultratumba.
-¡Entonces ve!
-¡Un momento! -Experimenté esa sensación de estómago revuelto que siempre te entra cuando te hacen partir. Como si alguien te succionara las entrañas por la espalda. Para deshacerse de ti han de repetirlo tres veces, en el caso de que tengas muchas ganas de quedarte por allí. Por lo general no es así. Sin embargo, aquella vez me quedé donde estaba, dos ojos brillantes en una atmósfera viciada por una nube de humo convulsa-. ¿Tú ya sabes lo que estás pidiendo, niño?
[size=85]1. En una ocasión, un hechicero me pidió que le mostrara la imagen del amor de su vida. Le saqué un espejo.[/size]
-No voy a conversar, ni a discutir ni a negociar contigo; ni voy a dejarme confundir por ningún acertijo, apuesta o juego de azar; ni voy...
- ... No siento ningún deseo de conversar con un adolescente escuchimizado, créeme, así que ahórrate todas esas tonterías aprendidas de memoria. Alguien te está utilizando. ¿Quién es? Tu maestro, supongo. Un viejo pellejo y cobarde que se esconde detrás de un niño. -Dejé que el humo se desvaneciera ligeramente y mi contorno se dibujó por primera vez suspendido con delicadeza en la penumbra-. Juegas con fuego por partida doble si lo que pretendes es robar a un hechicero de verdad invocándome a mí. ¿Dónde estamos? ¿En Londres?
Asintió. Sí, seguro que era Londres. Una casa unifamiliar de mala muerte en medio de una hilera de casas similares. Inspeccioné la habitación a través de los vapores químicos. Techo bajo, papel de las paredes medio desprendido, un único cuadro medio descolorido en la pared... Era un paisaje alemán sombrío, una elección curiosa para un niño. Hubiera esperado chicas, futbolistas... La mayoría de los hechiceros son de lo más convencional, incluso de jóvenes.
-Ay... -Mi tono fue conciliador y melancólico-. Este mundo es muy traidor y tú estás muy verde.
-¡No te temo! ¡Te he dado una orden y te ordeno que partas! La segunda petición de partida. Sentí como si una apisonadora pasara por encima de mis tripas. Sentí que mi forma titilaba, que parpadeaba. Aquel niño tenía mucho poder para ser tan pequeño.
-No es a mí a quien has de temer, al menos por ahora. Simon Lovelace vendrá en persona en tu busca cuando descubra que le han robado el amuleto. Y no va a perdonarte porque seas tan joven.
-Estás obligado a obedecer mis órdenes.
-Lo estoy.
Había que reconocerlo, el crío estaba decidido. Y estaba muy tonto.
Movió una mano. Oí la primera sílaba del torniquete sistemático. Estaba a punto de infligir dolor.
Me fui. No perdí el tiempo con más efectos especiales.
Se rumorea que Miramax financiará la película de El Amuleto de Samarkanda, que se estrenaría en 2009... Ya tengo ganas.
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Re: La Trilogía de Bartimeo
Ñaaaaah... Perezosa ¬¬
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Re: La Trilogía de Bartimeo
siiip lo soy ^^
Antonioo! has quedado hoy ya?? te vienes a montequitno??? veeengaaaa ^^
Antonioo! has quedado hoy ya?? te vienes a montequitno??? veeengaaaa ^^
Re: La Trilogía de Bartimeo
si venteeeee y asi me regalas cositas wii XD
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Re: La Trilogía de Bartimeo
¿Eh? ¿Qué?¿Cuando?¿Como?
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Re: La Trilogía de Bartimeo
Snif...
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